Give me back the Berlin wall
Give me Stalin and St. Paul
I’ve seen the future, brother
It is murder…
When they say repent I wonder what they meant cantaba Leonard Cohen en The Future hace 24 años tan actual como hoy en día cuando recién ha fallecido. Hace apenas 10 días Donald Trump se coronó presidente de la principal economía mundial y yo me pregunto qué significa eso. Lo que erróneamente muchos catalogamos al principio como una broma de mal gusto hoy se ha vuelto una realidad inminente.
Si bien es cierto que Estados Unidos y su colegio electoral no nos permiten hablar de una voluntad popular absoluta, hay que recordar que prácticamente la mitad de los norteamericanos que ejercieron el voto el pasado 8 de noviembre dieron su respaldo al candidato republicano. Pero ¿Que significa esta voluntad popular en una democracia relativamente consolidada?
Quiere decir que ganó el candidato del racismo y la xenofobia, ese que piensa levantar un “gran muro” a lo largo de la frontera con México, país habitado por “asesinos, violadores y secuestradores” que les roban los empleos a los norteamericanos y a los cuales deportará de su gran nación en números de hasta 11 millones de almas. Ganó el candidato de la islamofobia, del miedo a lo diferente, de la ignorancia, de la generalización, aquel que piensa prohibir la entrada a su país a miles, si no es que millones, de seres humanos por la mera particularidad de su fe y regresar a un país en guerra y ruinas a todos los refugiados que llegaron huyendo del dolor y la miseria porque están detrás de todos lo sales políticos y económicos que occidente enfrenta. Ganó el candidato del falso nacionalismo demagógico que piensa cerrar no sólo sus fronteras sino también sus lazos comerciales con el mundo, deshacer tratados de libre comercio, desunir coaliciones, cazar con impuestos a las empresas que lleven fabricas a otros países y a los países que no sean hechos en Estados Unidos. Ganó el candidato que califica a las mujeres en base a su aspecto físico, desde bebés, su propia hija, empleadas, colaboradoras y parejas. Ganó el candidato que al acercarse a las mujeres desde su estatus de celebridad se jacta de poder “grab them by the pussy” sin que opongan resistencia, es decir, se jacta del acoso sexual y de conductas depredatorias. Ganó el candidato que en pleno año 2016 amenaza con encarcelar a la otra candidata si llega al poder. Finalmente hemos visto que llegó. Y como aquellas grandes borracheras, nos hemos despertados con una resaca de los mil diablos preguntándonos que diablos fue lo que pasó y qué carajos hicimos sólo para constatar que nada de lo que recordamos fue un sueño, que todo sucedió en verdad.
Pero no hay que ser ilusos; el discurso de odio de racismo, de xenofobia, de sexismo, de nacionalismo barato y con tintes de bullie escolar y odios sordos a la razón no fue inventado por Donal Trump ni mucho menos. Es algo que viene de muchos años atrás y de lugares mucho más profundos que la estrategia mediática de un payaso de rodeo deseado para atraer a los ávidos de entretenimiento vacío y promesas fáciles. Y es que muchos siguen preguntándose qué ha sucedido en los últimos años con las encuestas y los indicadores que nos dan los procesos democráticos. ¿Por qué a nuestra generación le ha tocado vivir el Brexit, el No al referendo de Colombia, el avance cada vez más amenazador de las extremas derechas europeas, el triunfo de Trump cuando las encuestas indicaban en todos los casos que la opción opuesta se llevaría el triunfo? No, no es un fallo en las metodologías ni un instrumento amañado, es algo mucho más simple y al mismo tiempo mucho más complejo e intimidante. La realidad es que las encuestas no han fallado en ninguno de los casos anteriores. Lo que ha fallado es nuestra capacidad para ver el panorama completo; en el caso de Trump, su campaña que ha simple vista podría haber parecido desestructurada y caótica fue, por el contrario, genial y sumamente efectiva para captar al elector que buscaba atraer, al hombre blanco mayor de edad sin educación o poco educado del cinturón industrial americano que se siente frustrado por años de políticas “socialistas” dictadas por un hombre negro y una élite de demócratas que se han esforzado por volverse cada vez más académicos y progresistas a nivel teórico pero que se han olvidado de la base de su pueblo además de buscar ahora querer hacer que una mujer les diga qué hacer. No, la encuesta no falló, lo que falló fue nuestra astucia para ver que de todos aquellos que decían que votarían por Hillary Clinton muchos estaban mintiendo, muchos en verdad hacía mucho que habían dado su Simpatía a Trump. ¿Por qué digo esto?, porque el resultado lo comprueba y porque en un mundo dominado por lo políticamente correcto pocas personas quieren ser evidenciadas en cadena nacional y ante encuestadores desconocidos como racistas, xenófobos, homófobos, sexistas, islamófobos y llanamente ignorantes ante los dedos acusadores de los más progresistas y de, literalmente, medio mundo más.
¿Qué dice esto de nuestro mundo y sociedad actual? Dice y dice mucho, dice que en nuestro intento pueril de cosechar equidad de género, igualdad racial y bienestar social hemos puesto mucho énfasis a las palabras en el discurso pero muy poco en nuestras acciones y aquellos que creíamos contribuir a un mundo más igualitarios nos hemos convertido en censuradores de aquello que no queremos escuchar pero que, a final de cuentas, también es opinión y es necesaria para entender este embrollo en el que nos metimos. Sobra decir que no estoy de acuerdo en ninguna de estas posturas políticas y sociales pero definitivamente sí que creo que es necesario que esas voces se escuchen para poder, en primer lugar, entender nuestra realidad actual, de donde venimos, en dónde estamos y a dónde deberíamos de ir a partir de ahora y también para poder crear cursos de acción en dónde tanto una postura como otra puedan trazar el camino a seguir para elaborar un proyecto de sociedad y de nación. Todo esto con el bonus añadido (y aquí voy a tomar un gran riesgo) de generar un clima en donde incluso estas opiniones puedan ser expresadas de forma ordenada para crear una representación de esta población por más ignorante u odiosa que nos parezca su postura. Si la corrección política fue creada esperando crear una sociedad más justa e igualitaria ¿no estamos traicionando esos principios al convertirnos en el nuevo Gran Hermano?, ¿en el nuevo ministerio de la verdad? Más allá de juicios morales sobre cómo y en qué medida debemos dejar que estas expresiones busquen las grietas para expresarse sí creo que es cierto que debemos dejar de ser tan sensibles al respecto y simplemente encarar que con sutilezas y tibieza es como llegamos a este lugar.
Como acto final todo esto debería de ser acompañado de una prensa combativa que aún hasta el día en que escribo esto veo escalofriántemente calmada y serena, casi inmutable, casi insensible o casi en negación de los que sucedió y lo que puede aún suceder. Es importante (yo mismo lo hago aquí) hacer una radiografía y un examen post mortem de cómo y por qué se sucedió este resultado pero es también una acción que se debe tomar con medida para pasar a la urgencia del remedio y organizarnos en la manera en que hemos de segur el camino a partir de aquí. Estamos perdiendo el tiempo cuando un gabinete ya está en pleno anunciamiento y tenemos a la base del movimiento Tea Party conformándolo incluyendo a uno de los principales manufactureros de noticias falsas en internet y a la misma Sarah Palin que dijo drill baby, drill ante la creencia, igual a la de Trump, de que el calentamiento global no es más que una teoría conspiracionista para detener el “progreso”.
No estoy totalmente en contra de los esfuerzos o las iniciativas para regresar al consumo local, al llamado a concentrarnos en asuntos internos y a todas las bonitas imágenes inspiradoras que se publicaron el miércoles siguiente en redes sociales pero, lo siento mucho, no puedo evitar conservar la sensación de que algo en nosotros sigue sin despertar, de que una parte de nosotros sigue sin ver la amenaza que se avecina, de que estamos cayendo, una vez más, en el olvido semi instantáneo debido a la memoria de pez beta que la modernidad hiperbólica nos ha regalado. y nos refugiamos en el absurdo optimismo de frases motivaciones y esquemas piramidales que no deja asomar una verdadera respuesta organizada, intelectual y contestataria. Para mi no se puede ir la sensación de terror de haber consumado un bacanal de proporciones romanas hasta perder el conocimiento y despertar, a la mañana siguiente, en medio del basurero, vomitado y orinado, con una migraña terrible y leyendo en el periódico que nuestra sociedad es más racista, xenófoba, sexista, ignorante y llena de odio de lo que jamás ha admitido pero hasta ahora se anima a demostrar en un falso mesías lleno de spray bronceador. Claro, eso si alguien siguiera leyendo los periódicos.
You don’t know me from the wind,
you never will, you never did ,
I’m the little jew
who wrote the Bible,
I’ve seen the nations rise and fall,
I’ve heard their stories, heard them all,
but love’s the only engine of survival…
-Leonard Cohen