De acuerdo a la leyenda, existía en tiempos remotos un campesino oriundo de Gordión, llamado Gordias, el cual ataba a sus bueyes al yugo con un conjunto de cuerdas que se anudaban entre ellas de modo extraordinariamente complicado, complicado hasta el punto de ser prácticamente imposible desatarlas. Este hombre sería clave para cumplir una profecía, según la cual, el próximo rey de Frigia vendría por al puerta del este junto a un cuervo que se posaría en su carro. De acuerdo a las tradiciones y predicciones, aquel que lograra desatar el nudo gordiano sería el hombre que conquistaría oriente.
La historia cuenta que, cuando Alejandro Magno se embarco en su cruzada para conquistar el Imperio Persa, cruzó el Helesponto, un estrecho entre Europa y Asia y conquistó primeramente Frigia. Una vez ahí, y conocedor como era de las leyendas y profecías, se enfrentó al reto de desatar el complicado nudo. Gordias le dijo que muchos hombres antes que él habían intentado, en vano, de realizar tal hazaña. Alejandro, tras detenerse a pensar en la mejor forma de completar la tarea, empuñó su espada y de un tajo corto el nudo. Inmediatamente después, una tormenta de rayos cayó sobre Frigia, situación que fue interpretada como la aprobación de Zeus al método de Alejandro, tras lo cual, el guerrero dijo: “tanto monta cortar como desatar”. El resto es historia, como todos sabemos, el gran conquistador logro anexar Asia a su imperio.
En la vida nos hemos de enfrentar, nos guste o no, con una multitud de nudos gordianos, situaciones de extrema complejidad que demandan todos nuestros recursos y parecen ser, a primera vista, problemas irresolubles. Nos tomamos tiempo en examinarlos desde todos los ángulos que podemos encontrar, intentamos una y otra vez desatarlos, regresamos sobre nuestros pasos y seguimos tirando de las cuerdas sin cesar, esperando que en uno de estos intentos el nudo finalmente ceda y consigamos avanzar hacia nuestra próxima conquista, ungidos, como modernos Alejandros.
Sin embargo, el problema radica en que, como dijera Albert Einstein; “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”. Hemos vivido y crecido en una sociedad, sistema educativo y modelo de pensamiento que aboga por la causalidad, por el pensamiento lineal y en algunas ocasiones, por el proceso sobre el resultado. Durante años nos hemos encargado de reprimir y asfixiar las diversas manifestaciones de pensamiento creativo, lateral, en detrimento de un orden y una modalidad de solución de problemas que comienza a mostrarse como una formula desgastada y no tan efectiva en variedad de situaciones.
La definición de la palabra problema de acuerdo a la Real Academia Española de la Lengua es; “Planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de métodos científicos”. Esto nos da un indicio sumamente importante y que, al parecer, no está en la mira de muchos de nosotros, no existe problema que no tenga solución, aquel problema que carezca de repuesta no es, por definición, problema, es una ley, un hecho, algo inalterable. Cuando logramos identificar un problema y emprendemos una propuesta de solución que se muestra inefectiva, no quiere decir que el problema es cerrado y no admite remedio, quiere decir que nuestra estrategia no funciona. Es entonces que debemos hacer uso del pensamiento lateral, de la creatividad, de la espontaneidad, olvidar por un momento las reglas y valores preestablecidos y replantearnos los sucesos.
¿Que pasaría si cambiamos la estrategia?, ¿que pasaría si alteraramos el orden que creemos debemos seguir?, ¿que pasaría si cambiamos la óptica y dejamos de concebir el problema como tal?, ¿que pasa si nos atrevemos a redefinir nuestra propia situación vital?. Las matemáticas son simples, si sumamos siempre los mismos números el resultado será igual, si cambiamos las cifras, los signos o el orden, el resultado, invariablemente, será distinto pero no necesariamente incorrecto.
Un último punto importante de considerar es este, la gran mayoría de problemas en la vida no son fórmulas científicas ni álgebra, no requieren una respuesta exacta y unánime entre todos aquellos que se lanzan a tratar de conseguir la solución. La vida en su infinito abanico de colores, inmensa y caprichosa, rica y desbocada como es, posee tantas aristas que sería imposible contarlas, y para fortuna de nosotros, que muchas ocasiones estrechamos nuestro campo visual innecesariamente, eso quiere decir que el número de posible soluciones es exponencialmente mayor a una sola y que en repetidas ocasiones el problema tal vez ni siquiera sea problema. Muchas veces, no hace falta pintar un cuadro nuevo, sólo unos buenos lentes con la graduación correcta.
Me gusta ver la vida de este modo y creo firmemente que en cada uno de nosotros reside un Alejandro Magno esperando a conquista nuestra propia Persia, sea cual sea el significado de esta tierra para nosotros, y si queremos traspasar nuestros tormentos y ser libres es conveniente recordar de vez en cuando que: “tanto monta cortar como desatar”.