No sé muy bien cómo empezar a escribir esto. Supongo que he perdido práctica últimamente. Generalmente ya no suelo escribir acerca de mi mismo con tanta frecuencia como solía hacerlo. He desarrollado tópicos en esta revista y en mi vida y llega a resultar un poco extraño hablar sobre mi abiertamente otra vez. No me juzguen si el resultado es algo incoherente, estoy tratando de unir un montón de ideas inconexas, frustraciones, ideologías, imágenes arquetípicas, preguntas pendientes y frases de canciones (porque al final del día tal vez sí sigo siendo y mismo).

Quizás sea que en estos últimos días me he sentido un tanto solo. Ya no pongo en duda que es parte de mi personalidad, es un demonio que más que irse simplemente se aleja y me observa a la distancia esperando que llegue el momento en que tropiece y ese momento generalmente llega cuando pongo un alto de algunos minutos a la tormenta de cosas que abruman mi día a día y no consigo alguna respuesta en el teléfono. Es hasta cierto punto paradójico desear tanto dejar mi casa y tomar un trago con alguien esta noche y al mismo tiempo estar tan cansado y con tanto sueño, deseando tanto pasar unos minutos con mi perro y ver alguna serie o retomar uno de los tres libros que tengo apilados en polvo con algún separador atravesado en medio de sus letras. Pienso en mis viejos amigos y es curioso verlos y verme en retrospectiva, parece increíble estar parados en el lugar y en el momento el que lo estamos ahora después de estos años cuando tengo flashbacks de épocas pasadas y recuerdos mezclados de dolores compartidos y alegrías multiplicadas. Nunca pensé desear tanto retroceder siete horas el reloj. Supongo que es la ley de la vida y esto es sólo una progresión normal, supongo que  después de todo sí hay cosas que son mejores en calidad que en cantidad aunque todavía me cuesta un poco de trabajo perfeccionar todo esto de funcionar así cuando todos parecen estar tan lejos y aquellos cercanos son a quienes no quiero llamar.

Me siento en el borde mi puerta, acarició a mi perro mientras enciendo un cigarrillo. La noche es lluviosa y a la mañana siguiente debo madrugar. Escucho a Macklemore cantar “…wouldn’t miss it for the world, baptized my vices and the bar is my church, traded my artist and I pawned off the easel, spend it all searching for God, Neon Cathedral”.

El azar quiso o no quiso que naciera en esta época, el sentido del humor me hizo soportarla y la voluntad se empeña en tratar de trascenderla. Dicen que quien no conoce la historia está condenado a repetirla y a veces creo que la estupidez se reproduce con más fertilidad que la apatía. Vivo en la época que ha visto el almacenamiento de información y conocimiento más grande que la historia pueda recordar. Por primera tenemos acceso a más información de la que somos humanamente capaces de procesar y almacenar en nuestra mente pero pareciera que seguimos siendo ignorantes y no en el sentido socrático del termino. Yo siempre tan orwelliano me doy cuenta ahora que el gran hermano dio paso a un mundo feliz en donde la profecía de una sociedad inmersa en el consumismo del entretenimiento banal y apática a todo tema social y político relevante se torna en una triste realidad con millones sumidos en la ignorancia intencional y gratuita que mata el interés genuino por conocimiento. Hoy en día veo triste una plaga de predicadores de la felicidad que funcionan como fraude piramidal y un bonche de discursos de odio disfrazados de “opiniones”, “hechos”, “mercadotecnia”, “políticos” y “relaciones de corazón con Dios mismo que no son religiones sino un estilo de vida” (palabras textuales) (wtf). Veo una sociedad apática, ajena a la realidad de la mayoría de habitantes en este mundo, indiferente y poco empática, que se toma demasiado en serio a si misma, edulcorada para escapar de la realidad tan vacía que ella misma ha construido mientras voltea los ojos a la muerte y el sufrimiento de cientos de miles, el hambre de millones y la injusticia que hemos venido arrastrando desde hace miles de años pretendiendo que es culpa del marginado. Una sociedad que se tapa ojos y oídos a si misma antes que ver y oír. Una sociedad que no logra ver que está asesinando a sus mujeres, que está blindando sus fronteras antes que recibir al necesitado. Fabricamos “líderes” estúpidos que sorprenden por su arrastre. Navegamos con bandera de tolerancia y timón de verdad absoluta, nos definimos incluyentes pero sólo con el que es igual a nosotros. Nunca una sociedad produjo tantos indignados y, al mismo tiempo, tantos apáticos de sillón, incongruentes de acción y proactivos del odio y la división. Me cuestiono a mi mismo seducido por la vida diaria y la respuesta es la misma; no voy a claudicar.  Me pongo mis audífonos mientras medito acerca de qué escribir y pongo play en Clampdown de The Clash.

The judge said five to ten, but I say double that again

I’m not working for the clampdown

No man born with a living soul

Can be working for the clampdown

You grow up and you calm down

You’re working for the clampdown

You start wearing the blue and brown

You’re working for the clampdown

So you got someone to boss around

It makes you feel big now

You drift until you brutalize

You made your first kill now

Es curiosa la resonancia que causa en mi decir que soy religioso (o al menos más espiritual) ahora, después de tantos años de estar, hasta cierto punto, peleado con la religión. Quizás sea justamente eso; quizás no llego a considerarme religioso sino que he descubierto una parte de mi más conectada a una ideología, a una simbología y a una figura más grande y más sabia que yo mismo sin entrar en las arenas de definirla con dogmas o con nombres. No lo sé. Sin embargo es algo que, al mismo tiempo que puede causar escozor cuando sale, también me da paz, un sentido de pertenencia, alguna brújula moral a la cual aferrarme por más vaga que sea y, sobre todo, un propósito más grande que las cosas que me aquejan en el día a día. Hay inflexiones en la vida de una persona y creo que, de una forma u otra estoy al borde de una de ellas. La verdad es que no quiero matizar por mucho tiempo más que he perdido el gusto por mi trabajo y que se hace necesario un cambio, no suele haber el asomo de identidad que en algún momento se pudo haber vislumbrado. Y es también cierto que no quiero seguir por el mismo camino. Hace poco asistí a una clase del diplomado que estoy cursando y escuchaba atento a un hombre de más de 40 años, gerente en una gran empresa, mientras compartía su experiencia y de repente cayó en mi; no lograba visualizarme como ese hombre cuando tuviera su edad, ni en mi actual empresa ni en otra que se dedique a lo mismo. Comencé a pensar (otra vez) qué es lo que en realidad quiero hacer con mi vida. Y ahí mismo recordé mi sensación al salir de las últimas conferencias y convivencias que he tenido con los alumnos de algunas preparatorias. Aún no lo sé de cierto, no sé si ese es el camino a seguir o si siquiera existe tal cosa, pero creo que, después de todo, ese famoso propósito tiene como componente esencial la disposición a encontrarlo y el disfrute en el camino a hacerlo. Ya son dos de tres que hago por pasión, por amor y por convicción, quizás esta sea la tercera. Pase lo que pase tengo en claro qué quiero lograr y a dónde quiero llegar; lo interesante será descubrir cómo será el camino hacia allá.

Aquí estoy, terminando de escribir esto (por fin), mientras estoy sentado al lado de un cliente (lo cínico nunca se me quitó) y espero que pase lo mejor que pueda pasar. No escucho ninguna canción pero no termino de repetirme una frase que bien podría ser de mi autoría o bien podría haber robado de alguien más:

La mayor tragedia es una vida que no busca desarrollar su completo potencial.